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14 de abril de 2020
Rossana Gutiérrez Alvear (47), fue una de las hasta ahora 622 personas que en Ñuble se han contagiado con Covid-19 y que dada la gravedad de sus complicaciones permaneció por más de 10 días hospitalizada, período en el que estuvo 96 horas conectada a un ventilador mecánico en la Unidad de Paciente Crítico Adulto del Hospital Clínico Herminda Martín para recuperar su salud acribillada por un virus, que según ella misma confesó “no creí que llegaría a nuestro país ni menos que nos afectaría tan rudamente”.
Madre de un niño de 8 años, pasó días, que actualmente después de una semana de haber sido dada de alta, ve como el lado B de su vida: uno angustiante, penoso y doloroso, que le cuesta describir y que quiere que Dios la ayude a olvidar.
“Una semana antes de que consultara en la Unidad de Emergencia, ya sabíamos con mi esposo que teníamos Coronavirus pues habíamos tenido contacto con una persona contagiada y por eso, estábamos siguiendo todas las recomendaciones de la autoridad, pero preferí acudir al Hospital, porque me sentía muy cansada, sentía que mi cuerpo, la parte motora no me respondía, no tenía fuerza en las piernas y en los brazos, lavaba una taza y me cansaba… pero para mí igual fue sorpresivo que en la Urgencia me dijeran que tenía que hospitalizarme en la UCI, y ahí sentí tanto miedo, que preferí llamar a mi esposo porque yo veía que él estaba peor que yo”, contó Rossana, que su marido también estuvo hospitalizado por menos tiempo, con oxígeno, evolucionando mucho mejor.
“Me sentí la niña regalona de la UCI”
Para ella y su familia, ésta ha sido la prueba más grande que ha vivido, pero pese a lo doloroso del proceso que la mantuvo por más de una semana alejada de su hijo, confesó que su fe en Dios jamás flaqueó porque cuando “Él nos pone pruebas, también nos da la salida…yo viví en el Hospital una experiencia indescriptible y fui testigo de cómo Dios utiliza al equipo clínico de una forma maravillosa. En mis días hospitalizada siempre pensé en ese versículo de la Biblia que grafica muy bien lo que pasé: Resignadamente, esperé a Jehová y se inclinó hacia mí y oyó mi clamor. En todo momento, desde que ingresé a la Unidad de Emergencia y cuando estuve en la UCI, sentí la parte humana de todos los trabajadores: médicos, enfermeras, técnicos y auxiliares, a quienes quiero agradecer que se la hayan jugado por mí, ofreciéndome los cuidados que necesitaba, la contención y fuerza para salir adelante, y sentirme la niña regalona de la UCI, por eso, hoy desde mi hogar oro por ellos y le ruego al Señor grandes bendiciones, pues uno ve que dejan todo, incluso su familia por su profesión”, relató.
Dentro de sus recuerdos, atesora el cuidado que recibió: las explicaciones que le dieron para que aceptara la conexión a la ventilación mecánica de la que temía sus posibles secuelas, la contención otorgada por la enfermera de la unidad de emergencia cuando se enteró que ella y su esposo estarían hospitalizados, el profesionalismo de los médicos, kinesiólogos, técnicos, que “se la jugaron por sacarme del ventilador o me hacían terapia con ejercicios respiratorios, me levantaban y cambiaban a un bergere, se preocupaban de mi alimentación y de mi estado de ánimo”, relató emocionada.
En su memoria reciente además conserva el minuto exacto cuando pudo oír y ver mediante una video llamada a su esposo y a su hijo, recordando que luego de la primera conversación con él, tuvo que esperar horas para recuperar las fuerzas necesarias para ver a su hijo. “Fue demasiado emocionante, primero hablé con mi esposo, lloramos juntos y le agradecíamos a Dios por este milagro, y después tuve que dejar pasar un par de horas para calmarme y tomar fuerzas de nuevo y hablar con mi hijo, yo sabía que él me iba a querer ver. Ahora ya estamos todos reunidos, pero seguimos al pie de la letra las recomendaciones, de higiene, de utensilios separados y hasta distanciamiento, solo nos mandamos besitos virtuales y nos escribimos cartas, por suerte mi hijo lo ha entendido muy bien”.
Para Rossana, esta historia la ha hecho reflexionar sobre la importancia de la fe y devoción. “Para mí estar viva y con mi familia reunida de nuevo es un milagro, a todos nos falta ser más conscientes, esta enfermedad existe y convive con nosotros y cuando llega a nuestro cuerpo lo ataca de manera impresionante, por eso les recomiendo a aquellos que están muy aburridos en sus casas que tengan paciencia y sean prudentes y colaborativos con las autoridades y los médicos”.
Francisco Ramírez 10, Chillán - Región de Ñuble - Chile
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