Han sido distintos sucesos en el siglo XIX y XX los que han llevado a que se recuerde la efeméride tal como la conocemos.
Uno de ellos se remonta al 8 de marzo de 1857, cuando cientos de mujeres de una fábrica de textiles de Nueva York marcharon en contra de los bajos salarios, lo extenso de la jornada laboral y el nulo derecho a sindicalizarse.
Esa jornada terminó con la sangrienta cifra de 120 mujeres muertas por la brutalidad con la que la policía dispersó la marcha. La violenta represión generó impacto en la población, que año tras año recuerda esta fecha como el despertar de las trabajadoras.
Más tarde, en 1911, también en Nueva York, otro grupo de obreras intentó formar un sindicato pero no fue aceptado por la empresa y fueron despedidas, dando pie a que decenas protestaran nuevamente en las calles.
A pesar del éxito de esta movilización, 123 trabajadoras que se desempeñaban en paupérrimas condiciones laborales en una fábrica textil, murieron calcinadas al interior del recinto debido a un incendio ya que los dueños las encerraban con llave con el pretexto de evitar hurtos, lo que impidió que pudieran escapar.
En 1917 las mujeres rusas eligieron el último domingo de febrero para manifestarse contra la muerte de dos millones de soldados en la guerra. Las protestas y manifestaciones que iniciaron ese 23 de febrero condujeron a la caída del zar y a la llegada de un Gobierno provisional que les concedió el derecho a voto. En el calendario gregoriano, ese día era el 8 de marzo.
Sin embargo, la fecha no se oficializó hasta 1975, cuando la Organización de las Naciones Unidas convirtió el 8 de marzo en el Día Internacional por los Derechos de la Mujer.